El día que el alcohol me jugó una mala jugada

Los viajes de verano dan para mucho: descubrir nuevas culturas, nuevas costumbres, idiomas desconocidos, lugares inhóspitos… y también anécdotas dignas de contar. O no.

Lo que os voy a contar es algo que me ocurrió hace años, durante un Interraíl que realicé por el este de Europa…

Estamos en el verano de 2007. Tras visitar Polonia, me encontraba con mi ex-pareja en la ciudad checa de Praga: una ciudad preciosa y llena de sitios maravillosos. Y si durante el día había cientos de sitios por visitar, por la noche también tenías infinidad de opciones.

Y una de ellas eran los locales de copas. Había cientos, muy distintos y llenos de gente. A mi me encanta ir a esos sitios, sobretodo si son «clásicos» y sólo te ves rodeado de gente del local. Y así fue como fuimos a uno, que era una especie de laberinto, en el cual ibas llegando a distintas salas que había diferentes ambientes: rock, pop, reggae… y muchísima cerveza.

Pero durante el día ya habíamos bebido distintos tipos de cerveza… y queríamos otra cosa: pedimos absenta. Era de las más famosas de la ciudad y nos habían hablado de ella, por lo que era casi obligado probarla antes de irnos. Nos pusieron dos vasos con esa bebida, que es como agua. Nos dieron unos terrones de azúcar y los encendimos; al parecer de esta manera se hace más fuerte.

Total, que nos bebimos el vaso. No pasó nada. La tan famosa absenta checa parecía no afectarnos…

Decepcionados, decidimos pedir dos vasos más. Para cada uno. En un acto totalmente temerario, los bebimos casi de seguido, con lo que a los diez minutos pensamos que lo mejor era irnos al hostal. Ahí empezó todo.

Cabe recordar que era verano. Uno especialmente caluroso. El local, como era de esperar, estaba climatizado y se podría decir que hasta hacía frío. Y al salir, nos encontramos de repente con unos 33 grados centígrados. Una hostia de calor en toda regla.

¿Qué ocurrió? Pues lo que tenía que ocurrir: se nos subió el alcohol de una manera bestial. A los cinco minutos de salir, me asaba de calor. Decidí quitarme la camiseta y empecé a gritar que me moría de calor. Mi ex-novia decidió irse sola al hostal viendo que yo no hacía nada más que quejarme e ir a un paso de tortuga (no la culpo, yo habría hecho lo mismo).

En estas que mientras estaba cruzando el puente, escuché el rumor algo lejano de agua. Creo que no hace decir nada más… me tiré al río. Sí, en serio, me lancé al agua. Nada más zambullirme, me di cuenta de mi error: estaba tan borracho que casi no podía nadar, pero no tenía la sensación de peligro. Simplemente no sabía qué narices hacer ni como salir del agua… bueno, quizás sí que estaba en una situación peligrosa xD

El caso es que me puse a nadar al modo «perrete» moviendo los brazos como si fueran dos patas. Quiso la casualidad que justo en la dirección en la que nadaba vislumbré unos árboles. «Si hay árboles, ha de haber tierra por narices» pensé en ese momento. Así que hacia allí me dirigí.

Y por suerte, había tierra. Nada más salir del agua, noté la hierba fresca y mojada. Palpé con las manos y efectivamente estaba a rebosar de césped… y estaba blandita… a dormir. Dormí como un lirón hasta que por la mañana desperté con los rayos del Sol. Me incorporé, pero no tenía ni idea de dónde narices estaba.

A lo lejos divisé a tres chicas que estaban lavando. Así que de una manera muy amable les pregunté dónde estaba y si sabían dónde tenía que ir para encontrar mi hostal. Pero claro, eso es lo que pensaba que hacía: en realidad la cosa era dantesca. Estaba sucio por el agua, despeinado y con barba de dos semanas. Mis ojos estaban rojos y estaba ronco.

Así que imaginaos el susto que se llevaron esas chicas cuando me vieron avanzar hacia ellas gritando palabras sin sentido. Huyeron despavoridas. Yo, cabreado porque lo consideraba un feo muy grave, me puse a correr hacia ellas. Pero no las alcancé y me paré justo en el sitio donde habían estado ellas. Cabreado, en ese momento me di cuenta de mi situación: me encontraba en una pequeña isla que los mochileros solían usar para lavar su ropa.

Enfadado como una mona, robé tres camisetas de las chicas (de las cuales… me puse una xD) y me fui al hostal. Llegué y pedí dos cafés bien cargados. Me senté en las sillas del exterior y mientras bebía, reflexioné sobre la noche más rara que he vivido nunca.

Espero que mi experiencia sirva de lección. No lo hagáis nunca… en invierno!! En verano, como yo, podéis hacer lo que queráis xDDDD

Saludos Bizarros para todos!!

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